Héroe de Atlacomulco pasa de salvar vidas a ser esposado tras la tragedia del tren

La mañana del 8 de septiembre, César González salió temprano rumbo a San Miguel para entregar pan, como lo hacía cada día. Nunca imaginó que su rutina terminaría convertida en una pesadilla que lo marcaría de por vida.

A bordo de una camioneta tipo Blazer color café —propiedad de su patrón—, el hombre de 37 años presenció de frente el instante en que un tren embistió a un autobús de doble piso en la carretera Atlacomulco–San Felipe del Progreso. El estruendo del silbato de la locomotora, seguido del choque brutal, anunciaron una tragedia que cobró la vida de 10 personas y dejó más de 50 heridos.

“Yo vi todo el accidente. El camión se detuvo un momento, luego pasó una moto, y en ese instante el autobús intentó avanzar… pero el tren ya venía encima. El impacto fue terrible”, narró todavía con la voz quebrada.

Su camioneta quedó a unos metros del camión partido a la mitad. Entre el humo, los gritos y la desesperación, César no dudó: acercó su vehículo y lo usó como improvisada ambulancia para ayudar a quienes buscaban salir del segundo piso del autobús destrozado. “Me acuerdo que ayudé a una muchacha que se llama Rosa Isela, la tranquilicé y le dije que esperara a los paramédicos”, cuenta.

Mientras algunos heridos lograban ponerse de pie, otros yacían sin vida en el suelo. César los vio a un lado de su camioneta, mientras otros pasajeros “salieron volando” tras el impacto. “No sabía qué hacer… me quedé pasmado, pero preferí ayudar a los heridos”, relata.

Su gesto lo convirtió rápidamente en el “héroe sin capa”, como lo llamaron vecinos y usuarios en redes sociales. Sin embargo, el reconocimiento duró poco.

Entre la confusión y el caos, policías estatales lo esposaron y subieron a una patrulla, acusándolo de alterar la escena del accidente. “Yo solo quería ayudar, hasta pensé llevar a algunos al hospital”, dijo con impotencia. Su traslado a la Fiscalía General de Justicia del Estado de México parecía inminente, pero los propios testigos intervinieron a su favor. Incluso un abogado acudió al sitio para respaldarlo, logrando que fuera liberado minutos después.

Hoy, César sigue con el recuerdo de aquella mañana que partió en dos la vida de decenas de familias en Atlacomulco. Con un nudo en la garganta, asegura que quisiera encontrarse con los deudos y sobrevivientes: “Nunca se había visto una tragedia así. Quiero abrazarlos, darles fuerza, saber cómo están”.

Fuente/noticias/milenio/evolucion