México gana a Camerún 1-0

Oribe Peralta dejó la cancha al minuto 72 dando pasos lentos, mientras miraba cómo casi todo el estadio de Das Dunas coreaba su nombre. Emocionado, multiplicando esfuerzos para contener las lágrimas, el goleador del América estrechó la mano con Javier Hernández, quien lo sustituyó, el siguiente fue su técnico para finalmente tomar una bocanada de aire, sentarse en el banquillo y esbozar una sonrisa nerviosa. El Cepillo sabía que ese balón que mandó a las redes a la hora de partido había dejado en camino directo al triunfo a la Selección Mexicana, 1-0 sobre Camerún.

Cuando Peralta dejó el terreno de juego se le miró desconcertado, con trabajos para poder alcanzar la firmeza en sus botines. Y no era para menos. Luego de cuatro meses de sequía con el Tricolor, combinado con el que se le vio precipitado en los partidos de preparación, y hoy mismo en los primeros segundos del segundo tiempo, cuando dejó ir un mano a mano ante el portero, el atacante se quitó un gran peso de encima.

Pero El Hermoso no sólo se liberó así mismo, sino a todos sus compañeros, a todo un país que vivía con tensión una tarde complicada, en la que por dos malas decisiones del juez de línea, avaladas por el árbitro central, se tuvo que ahogar el grito de gol en Brasil y en cada rincón de México. El silbante colombiano Wilmar Roldán se había encargado de amargarle la tarde a Giovani con dos malas decisiones, y de aumentar la ansiedad para el Tri en la cancha.

Por eso el héroe del partido atinó sólo a deslizarse sobre el césped, apoyado en sus rodillas, con los brazos extendidos mientras gritaba el gol que pudo guiar al equipo de Miguel Herrera a la victoria en su debut mundialista, a unos metros de donde se encontraban sus compañeros suplentes, intentando asimilar lo que había conseguido.

Segundos antes Héctor Herrera había filtrado una pelota para Giovanni dos Santos, delantero que quedó solo y de frente al arquero, mismo que pudo evitar en primera instancia la caída de su marco, pero que nada pudo hacer para evitar que con un contundente zurdazo Peralta abriera el marcador, decretara el triunfo y volviera a festejar un tanto con el Tricolor desde el 29 de enero, fecha en la que colaboró con una anotación en el triunfo ante Corea.

Apenas llegó el silbatazo final que decretó la victoria en Brasil, Peralta batalló para recibir tantos abrazos de sus compañeros y dirigirse hacia el centro del campo, sitio en donde levantó los brazos, hizo chocar sus palmas para agradecer el impulso de la afición, y del que finalmente caminó, lento, respirando hondo, haciendo pucheros y un enorme esfuerzo para contener las lágrimas. De la mano de Oribe México sueña ahora con avanzar a octavos de final.

Redacción--eleconomista.com.mx