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Preocupa lado oscuro de producción de la seda

Para los granjeros y sus hijos, la cosecha de la seda abre un ciclo anual de trabajos forzados.

La producción de seda de Uzbekistán representa menos de 5 por ciento del total mundial, sin embargo, es proporcionalmente la mayor del mundo

Kokand,  Uzbekistán.- Durante un mes al año, desde la mañana hasta la noche, Nishanova Dilorom cría gusanos de seda, una tarea meticulosa y agotadora. Lo ha estado haciendo desde que tenía ocho años.

El Gobierno autoritario de Uzbekistán insiste en que el trabajo infantil es ilegal, pero Nishanova, que ahora tiene 15 años, no ha oído nada de eso.

Ella y sus hermanos, todos de entre 9 y 17 años, piensan que es perfectamente natural ayudar a su padre con los gusanos de seda, además de los cultivos de algodón y trigo.

"Nosotros simplemente ayudamos a nuestros padres'', dijo Nishanova, con su pelo oscuro recogido bajo el tradicional pañuelo musulmán, "eso es lo que tienen que hacer los hijos, ¿no es así?''.

No, dicen grupos uzbekos de derechos humanos. Los niños no deberían ser jornaleros, especialmente en mayo, la temporada de los gusanos de seda, que ocurre en medio de los exámenes escolares.

El negocio de los gusanos de seda data de siglos atrás, durante la época de la Ruta de la Seda, que atravesaba este país centroasiático. Pero su encarnación moderna como monopolio estatal tiene una cara oscura.

Kokand, cuyo significado en uzbeka es "capullo'', es el nombre del pueblo en el fértil Valle Ferghana en el que tiene su granja la familia Dilorom y donde los granjeros dicen ser amenazados con multas o pérdida de tierras si no logran las cuotas, que llegan a ser tan altas que no tienen otra opción que poner a sus hijos a trabajar.

El uso de mano de obra infantil en la recogida del algodón en Uzbekistán ha sido ampliamente documentado, por lo que Walmart y varias otras cadenas de tiendas en Estados Unidos no lo venden, pero la industria de la seda ha escapado del escrutinio internacional.

Sus ingresos anuales son mínimos comparados con los de la industria algodonera, que genera mil millones de dólares anuales, pero el Gobierno claramente considera la seda como un lazo a los tiempos de gloria del pasado y una atracción turística.

Asimismo, las autoridades estiman la seda un artículo de exportación que tiene que ser severamente controlado por el Estado, como las exportaciones de algodón, oro, halcones peregrinos y las pieles de ovejas recién nacidas.

La producción de seda de Uzbekistán representa menos de 5 por ciento del total mundial, sin embargo, es proporcionalmente la mayor del mundo, casi un kilogramo per cápita en este país de 27 millones de habitantes.

Kakhhor Yavkashtiyev, jefe de la oficina local del Ministerio de Agricultura, dice que 90 por ciento de los dos millones de granjeros en el país participan en la cosecha anual.

Umurzak Kayumov, un granjero de 51 años de la aldea de Naiman, cerca de la ciudad oriental de Namangan, dice que sus hijos y nietos ayudan durante la etapa de los capullos, cuando trabajan durante 25 días, desde las cuatro de la mañana hasta la medianoche.

En Kokand, la intensa tarea de criar los gusanos es evidente al hablar con Nishanova y su familia. Su padre, Adkham, de 42 años, trabaja cuatro hectáreas de tierras. A inicios de mayo, dijo, funcionarios del criadero estatal le dieron cajas de 30 gramos de huevos del gusano, para producir unos 100 kilogramos de capullos.

A las cuatro semanas de nacidos, los gusanos crecen a 10 mil veces su tamaño inicial. Sus estómagos pueden volverse verdes gracias a una dieta exclusiva de hojas de morera, y necesitan una atención constante.

Los gusanos comen siete veces al día y se mueren si la comida se retrasa una hora. Los gusanos muertos deben ser sacados inmediatamente para que no infecten a los otros, que devoran las hojas de morera que Nishanova se ha levantado temprano para recoger.

Sensibles a la luz, el ruido y la brisa, los gusanos crecen en un granero húmedo junto a la ruinosa casa de adobe de la familia. Cuando comen el sonido es como de gotas de lluvia.

Hablando de esta temporada, Nishanova dice, que ella y sus hermanos trabajan duro, e incluso en ocasiones pierden clases, pero que es normal entre los niños de su escuela.

"En algunas escuelas, crían gusanos de seda como parte de sus clases de economía'', dijo Khaitboy Yakubov, de Najot, un grupo de derechos humanos en la ciudad occidental de Urgench.

Para los granjeros y sus hijos, la cosecha de la seda abre un ciclo anual de trabajos forzados y abusos por las autoridades, aseguró Ganikhon Mamatkhonov, un activista de derechos humanos que investigó numerosos casos de abusos de campesinos uzbekos.

Yavkashtiyev, del Ministerio de Agricultura, admite que las autoridades locales prescriben cuotas basadas en el tamaño de la granja. Un granjero con 50 ó 60 hectáreas debe cosechar dos o tres toneladas de capullos.

Substitutos artificiales como el rayón y el nylon han disminuido grandemente la demanda de seda, pero el tejido sigue siendo asociado con lujo y estilo, y tiene usos medicinales y militares.

Las cifras disponibles más recientes, proporcionadas por la Organización de Agricultura y Alimentación de la ONU, dicen que las ganancias de Uzbekistán por seda en 2005 fueron de 57 millones de dólares por 17 mil toneladas de capullos.

En agosto, la prensa uzbeka dijo que la cosecha del 2010 era de 25 mil 200 toneladas.

Aunque las granjas colectivas de la era soviética fueron disueltas luego de la independencia de Uzbekistán en 1991, las tierras nunca fueron privatizadas, lo que deja a los campesinos en constante temor de sanciones e incluso condenas en los tribunales por no cumplir con las cuotas de algodón, granos y capullos de seda, dicen activistas de derechos humanos.

"Los granjeros y trabajadores agrarios ganan salarios bajos, que el estado rara vez paga regularmente'', dijo un reporte del Departamento de Estado norteamericano en 2009.

"El Gobierno controla el sector de la agricultura, decide lo que cultivan las granjas y compra directamente de los granjeros para vender al exterior'', añadió.

El monopolio estatal Uzbek Ipagi exporta seda a China, la India y Europa Occidental, y parte de la seda se queda en Uzbekistán para la producción de pañuelos y alfombras en pequeñas fábricas y es vendida mayormente a turistas. Raramente llega a tiendas occidentales.

En 2009, el monopolio Uzbek Ipagi vendió capullos por aproximadamente 6 dólares el kilogramo, casi ocho veces lo que pagó a los granjeros, quienes se quejan que los pagos pueden demorar por meses, o años.

Redacción--Reforma
Preocupa lado oscuro de producción de la seda Reviewed by Toluca Noticias on 11/12/2010 Rating: 5

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