Detrás del horror: La sombría verdad del ataque en Moscú, al descubierto

El grupo yihadista Estado Islámico ha reclamado la responsabilidad del devastador ataque, pero el escenario tras los sombríos escombros del Crocus City Hall, en Moscú, apunta hacia una intriga mucho más compleja, con las autoridades rusas señalando hacia una posible conexión ucraniana en la trama.

El Departamento de Sanidad de Moscú ha emitido un escalofriante recuento: 182 almas perdidas en el fatídico atentado del viernes contra la bulliciosa sala de conciertos. Mientras los servicios de emergencia luchan entre los escombros, rescatando los cuerpos sin vida, la ciudad se sumerge en un luto insondable.

Entre las cenizas, un relato desgarrador emerge: 101 personas aún luchan por sus vidas en los hospitales, mientras 61 reciben atención ambulatoria y 20 más comienzan a vislumbrar la luz al final del túnel tras haber recibido el alta médica.

Pero la tragedia no solo se mide en vidas perdidas. Dos carabinas Saiga, más de 500 cartuchos y 28 cargadores abandonados por los perpetradores son testigos mudos de la violencia desatada en aquel lugar.

Mientras tanto, la maquinaria judicial comienza a girar. Dalerjon Barotovich Mirzoev, el primero en comparecer ante el Tribunal Basmani de Moscú, enfrenta la justicia con cargos de terrorismo y asesinato. Sus ojos reflejan el desconcierto y el dolor de una tragedia incomprensible.

En paralelo, Saidakrami Murodali Rachabalizoda se une a la lista de sospechosos, ambos encerrados bajo la vigilancia del Servicio Federal de Seguridad ruso. Las vistas, en un intento por salvaguardar la seguridad, se llevan a cabo tras puertas cerradas.

Las imágenes muestran a dos hombres, una vez libres, ahora reducidos a sombras de sí mismos, con rostros abatidos y gestos sombríos. La fotografía captura su despojo humano, maniatados, vendados y doblegados ante la crueldad del destino.

El viernes negro en el Crocus City Hall ya es parte de la cruda historia de Moscú, un ataque que eclipsa incluso la oscura memoria del teatro Dubrovka en 2002. Mientras el dolor y el desconcierto se propagan, la ciudad se aferra a la esperanza, una luz tenue en la oscuridad que persiste en el horizonte.

Redacción--noticias/rt

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