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Neil A. Armstrong y su amigo James Hansen




Dos días después de su operación al corazón, Neil Armstrong envió un correo a su amigo James Hansen para avisarle que todo había salido bien. Estaba en recuperación y su esposa, Carol, estaba junto a él. Se quedó tranquilo. El sábado 25 de agosto, Hansen estaba en el matrimonio de su sobrino, cuando su hija lo llamó por teléfono: Armstrong, el primer hombre en pisar la Luna, había muerto.

“Fue inesperado e impactante para mí”, dice desde Nueva York el autor de la única biografía autorizada del astronauta. Hoy, a una semana de su muerte, el autor de First Man: The Life of Neil A. Armstrong, habló en exclusiva con La Tercera para revelar los detalles desconocidos del héroe menos convencional de la historia de EE.UU. Un hombre marcado por la muerte de su hija, que tuvo una tensa relación con sus colegas del Apollo 11 y que a pesar de negarse a dar entrevistas y aprovecharse de la fama de su hazaña, podía ser el alma de la fiesta entre sus amigos.


Su hija

Armstrong nunca soñó con llegar a la Luna. El sólo quería volar. De pequeño armaba modelos a escala y luego fue a estudiar para cumplir su sueño de diseñar máquinas voladoras. Su llegada a la Nasa fue más bien producto de un hecho trágico que según James Hansen marcó su vida para siempre: la muerte de su hija de dos años en 1962, tema que fue revelado por primera vez de manera pública a Hansen.

“En lugar de buscar ayuda por la muerte de su hija -no lo hizo nunca ni con su esposa ni sus amigos, Armstrong prefirió mantener todo dentro de él, porque esa era su naturaleza”, dice.

Es más, su decisión de convertirse en astronauta vino precisamente después de este hecho, como una forma de sobrellevarlo: tendría en qué ocupar su mente y mantenerse lo más alejado posible de tener que lidiar públicamente con su pena.

Compleja relación

Neil Armstrong entró a la Nasa en un momento clave: se trataba de una agencia relativamente nueva en el país y el Presidente Kennedy había encargado la misión de llegar a la Luna antes de acabar la década. Un desafío perfecto para alguien que ya había probado aviones supersónicos y pensaba que había poco más que hacer.

Su personalidad -que el autor define como una mezcla de humildad y arrogancia intelectual- fue la que hizo que la Nasa optara finalmente por él para ser el primer hombre en la Luna.

Una decisión que no fue nada de fácil tomar, sino que provocó roces y envidias al interior de la tripulación del Apollo 11, que no tenía una buena relación, a diferencia de los astronautas de las tres misiones anteriores. “Hablé con Michael Collins -quien controló la nave orbital mientras Buzz Aldrin y Armstrong descendían en el módulo lunar- y su mejor descripción de lo que vivió en esa etapa fue que eran extraños incompatibles”, recuerda Hansen.

El mismo Collins definió la relación entre Armstrong y Aldrin como “extraños neutrales”, es decir, su relación llegaba sólo a su trabajo y nada más. Una tensión reflejada en cosas simples, como que después de los entrenamientos el equipo iba a almorzar por separado.

Algo que se agudizó en la llegada misma a la Luna. Armstrong fue el primer comandante de una misión espacial que dejaba la nave antes que sus compañeros. La decisión fue tomada por la Nasa para impedir que Buzz Aldrin obtuviera el honor, pues no confiaban en que sobrellevase la fama posterior. “Al final la decisión fue la correcta, pues sólo Armstrong pudo haber llevado un logro tan importante con carisma, integridad y sin ego. A veces hasta parecía un antihéroe”, sentencia Hansen.

Aldrin, en todo caso, tuvo su pequeña venganza, cuenta: estando en la Luna nunca tomó sólo una foto en detalle de Armstrong.Todas las fotos más icónicas de la hazaña, incluyendo la huella humana en el satélite, muestran a Aldrin y fueron tomadas por Armstrong. ¿La excusa de Aldrin? En ninguna parte de su contrato decía que debía sacarle fotos a Neil.

De vuelta a la Tierra


Pudo haber sido la gran estrella del siglo, pero no quiso. Su valoración por la vida privada -herencia de haber sido criado en un pueblo de Ohio- le hizo aislarse y asumir la aparición de rumores, como que se había convertido al Islam. Pese a sus intenciones, le tocó vivir ese fervor americano que hace todo por sus ídolos: desde peluqueros que recogían su cabello para venderlo hasta personas que le pedían autógrafos para luego rematarlos. “Al saber esto, Neil dijo que nunca más daría un autógrafo y, aunque se lo pidiera la Madre Teresa, nunca más lo hizo”, dice Hansen.

El retrato que hace el autor de Armstrong en su entorno íntimo es muy distinto: “Se preocupaba de sus amigos, hasta el punto de ser muchas veces el alma de la fiesta. El no querer demostrarlo no quita que no lo hiciera”, dice.

De hecho, deseaba ver al hombre volver a la Luna. Por eso sacó la voz cuando supo del fin del plan Constellation -que pretendía llevar humanos nuevamente a la Luna- y el nuevo enfoque de la Nasa en una misión a Marte. “Creía que establecer una base en la Luna era una necesidad de supervivencia, que si el ser humano quería sobrevivir en el tiempo tenía que ser un ser multiplanetario”, cuenta.

¿Se llevó Neil Armstrong algún secreto a la tumba? Hansen dice que en sus más de 700 páginas está todo lo que estaba dispuesto a revelar, salvo un detalle: si entre los artículos personales dejados por cada astronauta en la Luna llevaba algo que le recordara a su hija. Algo que sólo se sabrá cuando el próximo “Armstrong” -que posiblemente no sea estadounidense, sino chino, dice Hansen- vuelva a pisar la Luna y encuentre la bolsa que su antecesor dejó allí con sus objetos.

Redacción--diario.latercera.com
Neil A. Armstrong y su amigo James Hansen Reviewed by Toluca Noticias on 9/03/2012 Rating: 5

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