Rechazan juarenses que víctimas fueran pandilleros.

Luz María Dávila, madre de dos de los jóvenes acribillados hace dos semanas, encabezó los reclamos contra las autoridades durante la marcha en Juárez.

Ciudad Juárez, México.- "¡Éstos no son!", gritó uno de los encapuchados al líder de los sicarios en medio del estruendo por la feroz ráfaga que arrebataba la vida a 15 personas –varias de ellas estudiantes y deportistas destacados– en la Colonia Villas de Salvárcar, en esta Ciudad fronteriza.

"No le hace", respondió el cabecilla de los asesinos sin soltar el gatillo de su arma. "Ya estamos aquí. Tú mátalos".

Es el testimonio de Carlos (nombre ficticio), uno de los sobrevivientes de la masacre perpetrada en los primeros minutos del 31 de enero por un comando que irrumpió en una fiesta juvenil de cumpleaños.

A 14 días del homicidio múltiple que desató la indignación de la comunidad entera de esta Ciudad, las heridas están muy lejos de sanar, y las preguntas, de ser respondidas.

"Nuestros hijos eran estudiantes y no delincuentes", sostiene con la rabia contenida y los ojos enrojecidos por las lágrimas Reyna Alicia Hernández, madre de José Adrián Encina, de 17 años, quien cursaba el último semestre de preparatoria becado por excelencia académica.

Es el novenario de rosarios de las víctimas, y en una casa de la calle Villa del Portal, en la misma acera de la vivienda que quedó literalmente convertida en un río de sangre, las madres y los familiares de los jóvenes asesinados se reúnen a rezar y a exigir justicia.

"Yo conocía a los muchachos, a todos. Practíquenle un antidoping a cada uno; ninguno usaba drogas ni andaban con gente mala", dice afligida Maricruz Camargo, madre de José Luis Aguilar Camargo, quien tenía 19 años y era estudiante de la carrera de Relaciones Internacionales en la Universidad Autónoma de Chihuahua.

Dos semanas después, hay sólo dos detenidos confesos.

Las autoridades apuntan a la hipótesis de un error de los sicarios, aunque el Alcalde de Ciudad Juárez, José Reyes Ferriz, reveló que en el celular de una de las víctimas hallaron una fotografía de éste portando un arma larga con municiones y cargadores, lo que podría indicar que al menos uno de ellos tenía nexos con el crimen organizado.

"Que digan quién", exige Maricruz.

La indignación y el luto de las madres se reproducen en las calles de la Ciudad más peligrosa del mundo, donde los vehículos sin placas y vidrios polarizados abundan tanto como los convoyes de policías federales y militares encapuchados.

Cruces, pintas y carteles pegados en los postes exigen desagravio para las víctimas que representaban la esperanza de una Ciudad en la que casi la mitad de sus jóvenes en edad de cursar educación media no lo hace, y las pandillas, al servicio de los cárteles de la droga, se disputan la plaza.

Ciudad Juárez –o lo que queda de ella– clama justicia.

Redacción--Reforma